«¡No me gusta este regalo!»… ¿Quién no lo ha oído al menos una vez en su vida, el día de Navidad? Parece mentira pero esto es el fruto de la Sociedad del Consumo que nosotr@s mism@s impulsamos, de la que nos estamos retroalimentando ; hasta algunos la ven como la verdadera «Magia de Navidad», la cual se ilumina y brilla y se expone de tal manera que te va a llamar la atención y te dará ganas de comprarla. Sin embargo el espíritu Navideño no se mide con la factura de luz que gastamos en Diciembre ni con el grosor o el precio de un regalo, y es lo que estamos perdiendo de vista: la raíz latina de la palabra «Navidad» sigue siendo nativĭtas, -ātis ‘nacimiento’ y se refiere al Nacimiento de Jesucristo, que conmemoramos cada 25 de Diciembre.
Para muchas familias ésta es la mejor oportunidad para juntarse tod@s al menos una vez al año. Precisamente de eso se trata: el Gran Regalo de la Navidad es la unión familiar, y ésa es la enseñanza y el ejemplo que tenemos que darle a nuestr@s hij@s. No importa cuanto pesa el pavo, no importa cuántos comensales somos, ni siquiera importa lo que haya en la mesa y debajo del árbol, porque la verdadera luz de Navidad brilla hasta en los hogares más humildes porque se ilumina con sonrisas, besos, abrazos, buenos deseos… de la misma manera todo entra por los ojos, pero te llena de una manera distinta que con un objeto: te llega al corazón, y de hecho en unos años no te acordarás de esta Navidad por el regalo que recibiste sino por el momento y las anécdotas que viviste.
En estas fechas algun@s de nosotr@s están lejos de su familia y no van a poder estar presentes, o simplemente, son huérfanos. Algun@s son personas que conocemos, vemos en la calle todos los días… ¿Estarías dispuest@ a compartir esta «Magia de Navidad» de la buena, con un@ de ell@s? Si lo haces de corazón, lo más probable es que se convierta en un gran recuerdo: Pruébalo…
– Tu Cieneguilla